Los reptiles marinos que fascinaron a los zoólogos

Autor:
  • Carmen Martínez

Dominaron los océanos durante 150 millones de años, aunque sus antepasados eran terrestres. Se encuentran entre los reptiles más especializados que han habitado el planeta. Se extinguieron 30 millones de años antes que los dinosaurios. En el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) puede verse el esqueleto de una hembra de ictiosaurio con una cría en su interior.


Los mares mesozoicos estaban poblados por fantásticas criaturas que cautivaron la atención de los naturalistas del siglo XIX. Estos “lagartos-peces” tenían un aspecto similar al de un delfín, con dos aletas impares: la caudal, el final de la cola, y la dorsal, en el centro de la espalda. Aparecieron en el Triásico inferior (250 Ma) y se extinguieron a comienzos del Cretácico superior (90 Ma). Gracias a los fósiles encontrados en algunos yacimientos excepcionales, como el británico Lyme Regis o el alemán Holzmaden, conocemos con bastante detalle la vida de estos formidables animales marinos.


Sabemos que sus ancestros eran tetrápodos terrestres, pero desconocemos cómo fue la transición evolutiva entre la tierra y el agua, ya que los fósiles más antiguos de ictiopterigios que se han descubierto ya estaban totalmente adaptados al medio acuático. Se cree que los primeros ictiosauros fueron largos y delgados, aunque su máximo tamaño no lo alcanzaron hasta el Triásico superior, cuando aparecieron unos ictiosaurios gigantes, de hasta 21 metros de longitud, cuyos fósiles se han encontrado en China, Estados Unidos y Canadá.

 

ictiosario hembra


Llaman la atención sus grandes ojos, que indican una vista muy desarrollada, adaptada a condiciones de escasa luminosidad. Por otro lado, la ausencia de tráqueas osificadas sugiere que habrían podido bucear a gran profundidad, incluso superando los 500 m. Dos fenómenos interesantes que se observan en la evolución de los ictiosaurios son la polifalangia (aumento del número de falanges) y la polidactilia (aumento del número de dedos) en las manos; ambos procesos están relacionados con el perfeccionamiento de las palas o aletas anteriores. Eran vivíparos y parían en el agua, como los delfines, por lo que no tenían que poner huevos en tierra como sus predecesores.


En el Triásico medio, hace unos 210 millones de años, había muchas especies de ictiosaurios con una morfología corporal muy variada. Esa diversidad solo era posible con un alto grado de especialización, en los tipos de alimento que consumían y en los diferentes roles que asumían en la comunidad. En ese período, los ictiosaurios ocuparon tres nichos: piscívoros (comedores de peces), durófagos (trituradores de moluscos) y superdepredadores. También evolucionaron hacia un cuerpo más compacto que les convertía en nadadores más rápidos que sus parientes del Triásico inferior, lo que probablemente contribuyó a su amplia distribución mundial.

dientes ictiosaurio
Un momento crucial en la evolución de los ictiosaurios tuvo lugar al final del Triásico, cuando acaeció una extinción masiva que pudo producirse por la ruptura del supercontinente Pangea. Tras el evento de extinción la mayoría de los ictiosaurios desaparecieron. Solo sobrevivieron dos linajes, Leptonectes e Ichthyosaurus, que ocuparon un sólo nicho ecológico: en el Jurásico todos eran comedores de peces y calamares en mar abierto. La diversidad del grupo también disminuyó de forma dramática en el Cretácico medio, hasta culminar en su extinción a finales del Cretácico, hace unos 90 millones de años, aproximadamente 30 millones de años antes de la extinción masiva que acabó con los dinosaurios.


Uno de los lugares más famosos por sus fósiles de ictiosarurios es Lyme Regis, en el suroeste de Inglaterra. En sus acantilados se han hallado muchos ejemplares de reptiles del Jurásico inferior muy bien conservados. Allí fue donde Mary Anning (1799-1847), junto con su hermano Joseph, descubrió en 1811 el primer ictiosaurio completo que se encontró en Inglaterra. Había sido su padre, un colector de fósiles ocasional, el que la había enseñado a buscar y limpiar los fósiles que encontraban en la playa. Pero quizás su hallazgo más importante, desde un punto de vista científico, fue el descubrimiento del primer plesiosaurio. A pesar de los importantes hallazgos que realizó, los paleontólogos se negaron a incluir su nombre en las publicaciones, por lo que hasta su muerte continúo ganándose la vida con la venta de fósiles. Aunque no se limitó a venderlos, fue una autodidacta en el campo de la paleontología y sabía mucho sobre los fósiles que descubría.


Otro yacimiento único es Holzmaden, en el sur de Alemania, en cuyas pizarras y calizas bituminosas del Jurásico inferior se han preservado miles de fósiles de ictiosarurios. El elevado número de hembras con embriones desenterradas en este yacimiento, sugiere que esta zona pudo haber sido utilizada como un lugar de alumbramiento por los ictiosaurios. Pero Holzmaden no solo ha proporcionado un número enorme de fósiles, sino que algunos son excepcionales, ya que se ha conservado la piel, los tendones e incluso algunos órganos con exquisito detalle. Este tipo de fósiles es muy importante para conocer los músculos, los ojos, la piel y otros tejidos suaves de animales extintos.


En el MNCN hay más de una docena de ejemplares de ictiosaurios muy completos, diez de ellos comprados en Boll, cerca de Stuttgart (Alemania) por Juan Vilanova y Piera (1821-1893). Este joven y brillante geólogo había sido pensionado en 1849 para realizar un viaje de formación por Europa, en el que visitó Francia, Italia, Suiza, Austria y Alemania. Durante su viaje adquirió fósiles, minerales, libros, mapas, etc., con el fin de introducir la geología en nuestro país. A su vuelta, el gobierno español le concedió 15.000 reales de gratificación por el ingente trabajo que realizó durante su periplo europeo, incluidas las fructíferas relaciones que estableció con científicos europeos, que facilitarían al Museo futuras adquisiciones.

ictiosaurio Rioja


Uno de los ictiosaurios que adquirió Vilanova, que se exhibe en la sala de Minerales, Fósiles y Evolución Humana, fue dibujado por el biólogo José Rioja, director de la Estación de Biología Marina de Cantabria. El dibujo se conserva en el Archivo del MNCN (sig. ACN110B/003/05136) y permite ver los detalles mejor que en el esqueleto original.


Referencias bibliográficas:


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