Un símbolo de los Parques Nacionales
- Carmen Martínez
El diorama de los rebecos, ejecutado magistralmente por los taxidermistas Luis y José María Benedito, es una pieza importante en la historia del Museo (MNCN-CSIC) y en la historia de la conservación en España. Los animales fueron un regalo del rey Alfonso XIII al Museo; los había cazado en 1912, en lo que seis años después sería el Parque Nacional de la Montaña de Covadonga.
Durante el último tercio del siglo XIX, los Picos de Europa eran un cazadero real y el rebeco (Rupicapra pyrenaica) una pieza venatoria muy cotizada, particularmente por los aristócratas amantes de la caza mayor y de la alta montaña, entre los que se encontraba el rey Alfonso XIII. Las cacerías reales habían sido iniciadas por su padre el rey Alfonso XII, que al igual que otros borbones era muy aficionado a la práctica cinegética.
En 1905, a instancias del cazador y alpinista asturiano Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa y amigo personal de Alfonso XIII, se creó el Coto Real de los Picos de Europa, mediante el cual los propietarios de los terrenos de los pueblos asturianos, santanderinos y leoneses de Picos de Europa, habían cedido al rey los derechos exclusivos de la caza del rebeco en el Macizo central. Aunque resulte paradójico, este Coto Real puede considerarse la primera actuación conservacionista encaminada a preservar la población de rebecos cantábricos.
Fue también Pedro Pidal desde su puesto de senador el que presentó y defendió el proyecto de Ley de Parques Nacionales que se aprobaría el 7 de diciembre de 1916. Poco después se creó la Junta Central de Parques Nacionales y se nombró a Pidal Comisario de la misma. En la Junta había vocales políticos, técnicos y un universitario. El vocal universitario fue el geólogo Eduardo Hernández-Pacheco que era profesor de ciencias naturales de la Universidad Central con una estrecha vinculación al MNCN.
Una vez promulgada la ley, muy pronto se presentó la ocasión de hacerla efectiva. Fue el 8 de septiembre de 1918, cuando el rey Alfonso XIII y la reina Victoria plantaron un simbólico árbol en la inauguración del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga. Un mes después se crearía el Parque Nacional del Valle de Ordesa. La creación de estos espacios protegidos fue un logro importante pero su inspiración en los parques norteamericanos, que consistían en amplísimos territorios casi vírgenes, no se acomodaba bien a la realidad geográfica y social española, lo que provocó conflictos con las poblaciones locales. Se hizo necesario buscar otras fórmulas de conservación para territorios de menor superficie y más humanizados, que evitaran colisiones con los intereses de sus habitantes y sirvieran para salvaguardar otros valores científicos y culturales. Y en este punto Hernández-Pacheco desempeñó un papel decisivo para encontrar figuras de protección más modestas y flexibles que permitiesen preservar numerosos espacios atendiendo a su diversidad y siguiendo un criterio científico.
Pero volvamos a la historia del Museo. En 1910 el traslado de la institución a su sede actual, en el Palacio de las Artes y la Industria, permitió a Ignacio Bolívar acometer la ansiada modernización del museo. Su objetivo era ofrecer una visión más dinámica y seductora de la naturaleza, en sintonía con los mejores museos europeos y norteamericanos. Para ello, los dioramas resultaban esenciales, pues ofrecían la posibilidad de contemplar a los animales en actitudes similares a las que podrían observarse en su hábitat natural.
Y el primero de estos montajes fue el grupo de rebecos de Picos de Europa. Para realizarlo, los hermanos Luis y José María Benedito, se sirvieron de los tres ejemplares que Alfonso XIII donó al Museo: dos machos, uno de ellos joven, y una hembra. Habían sido abatidos en los primeros días de septiembre de 1912, en una célebre montería en los Picos de Europa; de la importancia del evento queda constancia en este vídeo realizado por RTVE.
La naturalización de los rebecos debió finalizar en la primavera de 1914, tal y como se deduce de una carta fechada el 3 de abril, que se conserva en el Archivo del MNCN (sig. ACN0275/022), en la que el director del Museo habla de que el diorama ya casi está terminado y se exhibirá muy pronto. Un año después protagonizaría la portada del semanario ilustrado Alrededor del Mundo. Desde entonces, son muchos los visitantes que han podido apreciar el encanto de estos pequeños ungulados de montaña, su esbelta silueta, su típico diseño facial y sus cuernos como garfios.
Referencias bibliográficas:
Casado, S. 2016. Patrias primitivas. Discursos e imágenes de la naturaleza en el primer conservacionismo español. Arbor, 192 (781): a343. doi: http://dx.doi.org/10.3989/arbor.2016.781n5001
Pérez-Barbería, F. J., Palacios, B. (Eds.). 2009. El Rebeco Cantábrico (Rupicapra pyrenaica parva). Conservación y Gestión de sus poblaciones. Naturaleza y Parques Nacionales. Serie Técnica. Organismo Autónomo Parques Nacionales. Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino.
Pérez-Barbería, F. J., García-González, R., Palacios, B. 2010. Rebeco – Rupicapra pyrenaica. En: Enciclopedia Virtual de los Vertebrados Españoles. Salvador, A., Cassinello, J. (Eds.). Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid. http://www.vertebradosibericos.org/mamiferos/ruppyr.html