Uno de los peces marinos más amenazados del mundo
- Carmen Martínez
Es capaz de reproducirse sin aparearse. Son criaturas con poderes sobrenaturales para muchas sociedades primitivas. El soberbio escualo que hace más de 200 años colgaba sobre la puerta de entrada al Real Gabinete, dando la bienvenida a los visitantes, puede verse hoy en la sala de Biodiversidad del MNCN-CSIC.
Se trata de un pez sierra de dientes pequeños (Pristis pectinata) de tres metros y medio de longitud procedente del océano Atlántico. Aparece dibujado en el libro de Juan Bautista Bru Colección de láminas que representan los animales y monstruos del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, editado en Madrid en 1784. El texto que acompaña a la ilustración es muy breve y da fe de lo poco que se conocía de estos animales a finales del siglo XVIII, aunque al parecer sus sierras sí podían verse en los gabinetes de la época. Se equivocaba Brú al señalar que combatía con las ballenas y las aserraba, al igual que el capitán Nemo de la famosa novela Veinte mil leguas de viaje submarino, que publicó Julio Verne en 1869, cuando decía que el pez sierra depredaba sobre los cetáceos.
Esta especie pertenece a un grupo de peces llamados elasmobranquios que incluye también a los tiburones y a las rayas. Carecen de huesos, su esqueleto es cartilaginoso, por lo que es muy raro encontrar fósiles completos de este grupo. La piel de este pez recuerda al papel de lija, ya que está formada por unas escamas placoides que apuntan hacia la cola para reducir la fricción del agua cuando nada. Si tocásemos la piel de la cabeza a la cola, la notaríamos muy suave; por el contrario, si frotamos en sentido opuesto resulta muy áspera.
Poseen un rasgo anatómico exclusivo que consiste en un hocico alargado y aplanado en forma de sierra, con dentículos laterales que no son dientes sino escamas modificadas. Esta sierra puede medir un tercio de su longitud total, que puede alcanzar los 5 metros. Cuando se alimentan, la mueven de lado a lado para remover el fondo, en busca de crustáceos y otros invertebrados, y para aturdir a los peces que van en cardúmenes. También recurren a ella para defenderse de los grandes depredadores como los tiburones.
Los peces sierra viven en zonas de aguas someras y fondos fangosos, en bahías, lagunas, estuarios, ríos y manglares. Toleran un amplio rango de salinidad, por lo que pueden encontrarse tanto en agua dulce, como salobre o marina, dependiendo de si son juveniles o adultos. Aunque anteriormente estaban muy extendidos, ahora su rango de distribución está severamente fragmentado. En el siglo XIX parecía tan abundante en algunos lugares, que nunca se pensó que pudiese disminuir. A los pescadores no les gustaban porque su sierra se liaba en las redes. En la laguna de Indian River (Florida) un pescador declaró haber capturado 300 ejemplares en una temporada.
En el último siglo su población se ha reducido más del 95% a consecuencia de la sobrepesca y la severa modificación del hábitat. Actualmente, hay cinco especies reconocidas de peces sierra y todas ellas se encuentran en peligro de extinción. Estos peces, que alguna vez nadaron en los mares de todo el mundo, evolucionaron a partir de tiburones primitivos extintos. Muchas especies de su familia han desaparecido y ahora solo se encuentran en el registro fósil, que se remonta al Eoceno, hace 56 millones de años. Los peces sierra (familia Pristidae) son los únicos elasmobranquios incluidos en el Apéndice 1 de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES) que prohíbe el comercio de especímenes de esas especies, salvo cuando la importación se realiza con fines no comerciales, como la investigación científica.
Recientemente se ha descubierto un aspecto sumamente curioso de esta especie, descrito en una población del suroeste de Florida. Se trata de una población que además de reproducirse sexualmente también lo hace por partenogénesis, una especie de clonación natural de las hembras. Aunque este modo de reproducción asexual es común en algunos insectos, es muy raro en vertebrados y casi siempre se ha observado en cautividad. Pues bien, un 3% de los peces sierra de la población de Florida, nacen de hembras que no se han apareado.
Cuando las poblaciones se reducen hasta situarse al borde de la extinción, como en el pez sierra, su grado de parentesco interno puede incrementarse de modo muy acusado. Es el caso de los siete individuos hallados en Florida, que tienen juegos de cromosomas idénticos, o casi, lo que indicaría que provienen solo de la madre. Los científicos piensan que la capacidad de reproducirse a través de partenogénesis facultativa en la naturaleza puede ser más común de lo que se sospecha y que puede darse con mayor frecuencia en poblaciones de baja densidad, como las que están en riesgo de extinción.
Aunque ahora son los peces más amenazados del océano, los peces sierra eran conocidos por muchas sociedades que vivían en la costa y en los principales ríos de los trópicos, que los incorporaron a su cultura y sus sistemas de creencias. Por ejemplo, en los bailes ceremoniales del pueblo Bijogo, en Guinea Ecuatorial, los hombres solían usar tocados rematados con la sierra de un pequeño pez y realizaban una danza que imitaba sus movimientos. El símbolo del pez sierra, que vincula la prosperidad y el liderazgo, era tan importante para las sociedades Akan de Ghana, que figura en todas las monedas y billetes del franco de África Occidental. En muchas de las tribus que viven a lo largo del río Sepik, en Papúa Nueva Guinea, diversas leyendas avisaban sobre tormentas torrenciales y peligros para los pescadores si se maltrataba a los peces sierra. Según la etnia Guna de Panamá, el pez sierra protege a la humanidad de los monstruos marinos e incluso evitará que la gente se ahogue. Son tantas las leyendas y tan rico el folklore que tiene como protagonistas a estos peces, que es inevitable plantearse de qué modo su desaparición afecta a estas sociedades primitivas.
Este espécimen (55 x 350 x 87 cm) es una pieza histórica de la colección de Ictiología del MNCN, nº Catálogo: MNCN_ICTIO 044.130, restaurado en 2012. Actualmente puede verse en la sala de Biodiversidad.
Referencias bibliográficas:
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